Hola, por si no recordáis a través de Adictos a la escritura, participo en la creación de un personaje literario. Nos han dado un mes más o menos de plazo, pero a una que es algo despistada, se le fue el santo al cielo. Y se me olvidó que hoy era el último día.
Así que si encontráis muchas pegas al texto ya sabéis la razón. Ha sido escrito practicamente en hora y media y corregido sin leerlo muchas veces, porque me conozco y cuantas mas veces lo lea menos me va a gustar.
No es la idea original que tenía para mi perro pero estoy satisfecha. Los guiones se que tienen que ser de los otros pero olvidé como se ponen, si algún alma caritativa me lo indica para que los modifique, se lo agradeceré.
La fase 2
Apenas ha salido el sol y ya estoy en marcha, subo sigilosamente las escaleras y paso delante del dormitorio de los adultos, tengo que tener mucho cuidado para no despertarles porque tienden a levantarse de muy malas pulgas. Estoy llegando al cuarto del cielo, así lo llamo yo, porque si creéis que no distingo los colores, os equivocáis no los veo como vosotros pero a mi manera puedo diferenciarlos. Apoyo la pata y presiono un poco,lo suficiente para meter el hocico. Me siento tranquilo al comprobar que están seguros, son tres pequeños trastos, pero son mis pequeños, mi responsabilidad. Salgo con tanto cuidado como cuando entré. Me dirijo al cuarto dulce, allí está mi ojito derecho, ya que es la única hembra. Su respiración pausada y lenta me indican que todavía está profundamente dormida, no os dejéis engañar por las apariencias, es la más pequeña de mis cachorros pero es la más nerviosa. Viendo que todo está en orden vuelvo por donde he venido.
Continuo con mis rutinas diarias, ahora le toca el turno a Lala, ya debe ser casi la hora de su paseo, su dueño es muy puntual. De un brinco me sitúo encima del sofá y miro absorto por la ventana
- ¡Golfo! - Ya se de quien es esa voz antes de verle, me giro y bajo al suelo.
Sentado sobre mis patas traseras aguanto el rapapolvo, todos los días es la misma rutina, no debo subir a los muebles porque lo lleno de pelos ¿Y que quiere? ¿Acaso a él no se le cae el pelo? Ya tiene una incipiente calva. Mientras me chilla, me acerco a él con mis mejores pucheros. Esto lo he aprendido de mis retoños, si a ellos les funciona… El hombre se relaja, y me acaricia la cabeza momento que aprovecho para subirme encima y rodearle el cuello con mis patas para darle un lametón.
- ¡Oh Golfo! - se queja él mientras se limpia - Me gusta que seas tan cariñoso pero no me dejes tantas babas, por favor.
- Vamos Don Juan, dice mientras engancha la correa a la cadena de mi cuello, es la hora de tu paseo matutino, a ver si localizamos a esa amiguita tuya.
No le dejo terminar y ya estoy tirando de la correa y echando a correr. Y vaya si la veo. Hoy Lala está acompañada de una linda dálmata a la cual no conozco. Olfateo un poco el ambiente y con una visual compruebo que todo esté en orden, es defecto de fábrica. No os he comentado que hasta hace poco mi rutina diaria era muy distinta, trabajaba para la policía. Así entenderéis que para mi es muy importante que todos los que estén a mi alrededor estén seguros. Pero ya no añoro esa vida ahora disfruto mucho más, y esa perrita nueva lo va a comprobar enseguida.
Me atuso un poco la cola y salgo disparado hacia ellas, haciendo que el calvete de un traspié. Afortunadamente no llega a tocar el suelo. Ladro para captar la atención de mis damiselas, aunque se que ya se habían percatado y se están haciendo las despistadas. Lala me corresponde con un ladrido corto, señal de saludo. Dejo que me olfateé primero mientras que dirijo una de mis mejores miradas hacia la nueva. Cuando termina y siempre sin apartar mis ojos de los suyos me acerco a la dulce dálmata y procedo a olisquearla. Debo de haberla gustado porque me da un lametón y se acerca a mis cuartos traseros, momento que aprovecho para acariciarla con mi cola, es larga y peluda y a las hembras les encanta. Esta no va a ser menos.
Escucho un gruñido y me doy cuenta de la situación, mi Lala está celosa. Mi ego está por las nubes pero no debo permitir que se dañen entre ellas, ¡Hay para todas! y con un lametón a ambas se lo hago saber. Desgraciadamente no me da tiempo a nada más porque mi dueño ya me tiene enganchado y tira de mí. Las ladro para despedirme y espero el momento de verlas mañana para poder jugar.
Ya diviso mi casa, tiro de la correa hasta que él decide soltarme y corro como una exhalación hacia allí. Mi dueña está esperando con la puerta abierta, cruzo el umbral sin darle tiempo casi ni a reaccionar, rápidamente entro al salón y me tumbo sobre la alfombra. Momento que aprovechan los cuatro para abalanzarse sobre mí. Uno me monta como si fuese un caballo, otro me tira de una oreja, mientras que unos bracitos regordetes rodean mi cuello y no para de darme besitos. El cuarto se está desternillando de risa, le encanta jugar a pillar mi cola y a mi me encanta jugar a hacerle cosquillas con ella en la cara. Mi dueña nos dice que salgamos al patio de atrás a jugar y este es el mejor momento del día, cuando no paramos de correr, saltar, rebozarnos por el suelo. También tenemos momentos un poco más relajados cuando me dejo peinar y que la más peque me haga moñitos. Cuando me quiero dar cuenta llega el momento de la comida y la posterior siesta de mis cachorros.
A decir verdad este momento no lo cambio por nada, mis dueños nos dejan dormir a todos juntitos, me echo sobre la alfombra y los cuatro a mi alrededor y así los observo descansar mientras los adultos observan la caja tonta. Se que en ese momento están todos a salvo y soy feliz. Atrás quedan aquellos duros momentos en los que tras el accidente me retiraron de mi puesto de trabajo. En aquel entonces lo vi como un castigo. Hoy me doy cuenta de que no fue así, todo lo contrario, me enviaron al paraíso y no volvería atrás por nada La única secuela que tengo son esa especie de caramelos y chucherías varias que el veterinario dice que tengo que tomar, son algo adictivas.
Esta bien, está bien, lo reconozco, son muuuuy adictivas, pero es que si no me subiría por las paredes. De todas formas a mi me encantan, así que no me quejo cuando “Don calvete” decide que ando con unas cuantas vueltas de más y me da una dosis extra. ¿Quién soy yo para decir que no?
Ya casi está terminando el día, llega el momento del baño. Cuando toda la familia colabora para mi aseso, uno me echa un chorro de agua, otro la espuma, la pequeña insiste en hacerme un moñete, yo protesto por supuesto, no olvidéis que mañana volveré a ver a Lala y a la dálmata, aún no sé su nombre.
Finiquitado mi aseo y habiendo llenado el buche, llega la hora de que mis cachorros descansen. Los acompaño a sus respectivos cuartos, mientras que los adultos los arropan. Cuando ellos ya se han ido procedo a realizar mi ronda nocturna, tal y como hice en la mañana. El más pequeño de los machos se ha destapado, sigilosamente acudo a su cama y lo arropo enganchando la colcha con mi hocico. Salgo por donde entré. La pequeña hembra descansa feliz. De igual manera estoy yo. Escaleras abajo paso por el salón, salto sobre mis dueños y con sendos lametones y un ladrido me dirijo hacia mi cama. Me acurruco y les observo un rato hasta que decido dormir, se que debo descansar. Mañana será otro día.