07 agosto 2012

XIPHIAS CAPÍTULO XIII POR GABRIEL GUERRERO GÓMEZ



Capítulo XIII

El General Serydian



“A la mayoría de los políticos de la historia les sale muy barato ser corrupto”.


Conde  Alexander Von Hassler

                                                    (¿Quién controla a las clases dirigentes?).





En la capital del planeta Sagittanovs, más concretamente en las salas de esparcimiento de la oficialidad, el general Serydian, Jefe Supremo de todos los ejércitos de la Confederación de Sagittanovs, tenía sus propias aspiraciones. Era ambicioso, muy ambicioso. Buscaba preparar varios golpes de Estado e imponer una dictadura en su propio mundo para después, tras usar varias alianzas, erguirse en una nueva potencia que sustituyese el monopolio de poder del Imperio. Pero eso era sólo un proyecto para el futuro. Necesitaba acumular el suficiente poder para lograrlo. Entonces y sólo entonces, vería realizadas hasta sus aspiraciones más profundas.

Desde la ventana blindada de su despacho, observaba las torres típicas de las ciudades con forma de cilindros, las cuales se hundían en el suelo previniendo cualquier ataque externo. Un portentoso logro de los ingenieros de su mundo. Cada ciudad estaba circundada por agujeros que se abrían sobre la superficie expulsando cazas de defensa y torretas esféricas equipadas con disparadores múltiples láser a la primera señal de alarma.

Una delegación imperial había solicitado audiencia con su persona, una audiencia tan urgente como inesperada. Todos sus proyectos se habían venido abajo por el inesperado sabotaje que había hecho añicos un proyecto de nada menos que dieciséis años de trabajo y fuertes inversiones. La oficial de la delegación había solicitado a sus acompañantes que los dejasen a solas. Era una corpulenta Walkiria con el grado de Comandante. Había venido a recoger los frutos de lo que iba a ser un provechoso trato comercial para ambas partes. Cuando el general le informó de lo acontecido, la Walkiria le miró con incredulidad, ira y sorpresa, no dando crédito a lo que oía. El general tuvo la desfachatez de reclamar un tanto por ciento para paliar en parte las pérdidas sufridas y rehacer el proyecto en la medida de lo posible.

—Tenemos un contrato —insistió el General a la desesperada.

—No se puede dar nada por nada, el contrato sólo es vinculante cuando ambas partes cumplen con lo acordado —le recordó la Walkiria sin disimular su irritación.

—Hemos tenido serias pérdidas y…

—Habéis perdido los prototipos, vuestros stocks, los diseños, ¿todo?

—Así es —confirmó el General.

—¿Cómo es eso posible? –preguntó la Walkiria—. Se supone que sois expertos en seguridad e industria bélica.

—Sabotearon las instalaciones de investigación y los arsenales.

—¿No teníais copias de seguridad del proyecto, otros prototipos, otro laboratorio pare prevenir la pérdida del material en caso de accidente? —inquirió la Walkiria con incredulidad.

—Para que el proyecto fuese completamente hermético y secreto, mi junta de altos mandos decidió usar un único complejo, completamente aislado del exterior y sin filtraciones —explicó el General.

—Os lo jugasteis todo a una carta. ¿Quién puede asegurar a mi Señor que las imágenes de vuestra prueba de campo en aquel poblacho Rebelis no fueron un montaje?

—¡Es real! Los misiles con cabezas nanotecnológicas funcionaron. Fue un éxito rotundo.

—Alguien debió de registrar vuestra acción, tuvo que haber una filtración —acusó la Walkiria cada vez más enfadada. Darle a su señor tan malas noticias no iba a ser nada bueno para su carrera personal —. ¿Quiénes? ¿Quiénes sabotearon el proyecto?

—Lo ignoramos, creemos que fueron guerreros Shinday con ayuda del exterior, estamos analizando los datos sobre el terreno y…

—A mi Señor no le va a gustar nada vuestro informe. Se verá muy, muy decepcionado —dijo la Walkiria en tono amenazador.

—Podemos rehacer el proyecto con los fondos adecuados.

—Sólo os puedo garantizar esto. Mi Señor contaba con poder usar los frutos de este proyecto a muy corto plazo. Esto tendrá para vos impredecibles consecuencias —terminó por decir la Walkiria al tiempo que tras dar una ligera inclinación de cabeza le daba la espalda y salía con paso firme de la estancia, presta a informar a su Señor.

El General desechó la posibilidad de que el propio Imperator atentara contra su persona. Lo que no sabía el General era que el Imperator ignoraba por completo aquella transacción comercial y la existencia de tal arma. Era el Conde Alexander Von Hassler, Señor de Ekatón, el que la quería para llevar a cabo sus propios planes en el futuro al margen del Imperator. Esto supondría un incómodo retraso para sus planes, pero nada más.

Curiosamente, tras la partida de la Walkiria de Sagittanov, tres meses más tarde, el general Serydian sufrió un lamentable accidente mientras inspeccionaba personalmente los restos de la base secreta ubicada en el planeta Segatnia.


 



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