24 julio 2012

XIPHIAS CAPÍTULO IX POR GABRIEL GUERRERO GÓMEZ



Capítulo IX

Ankorak



“La defensa a las agresiones de la mente y el espíritu, son tan vitales como las de la carne”.

                                                                Asey

   (Principios básicos para la supervivencia y cordura de un pueblo).

       

Löthar y Elektra habían elegido como punto de encuentro con sus aliados el planeta Ankorak. Éste poseía dos casquetes polares muy amplios, aunque como contrapartida la franja central del planeta era principalmente desértica. Extraoficialmente Ankorak era un punto de encuentro de comercio a escala interplanetaria de primer nivel por una razón muy sencilla, no existían aranceles fiscales en este sector, convirtiéndolo en un lugar clave donde el dinero negro fluía en enormes cantidades. Los excedentes de las principales potencias conocidas iban a parar a sus puntos neurálgicos de compra—venta de productos. Popularmente se comentaba que cualquier cosa podía ser comprada o vendida en Ankorak.

Enormes cargueros espaciales eran pilotados por los Triterian, especialmente dotados para sortear los controles aduaneros de muchas civilizaciones. Poseían cosmoplanos de rutas que nadie conocía. El Imperio, por su situación estratégica, codiciaba hacerse con el control de su gobierno planetario. Este era uno de los motivos por los que la Interfederación le protegía, para frenar el avance imperial en este cuadrante estelar. Ankorak era el planeta de origen de los pueblos Triterian y aunque formaban parte de los Sistemas Fronterizos, era también un protectorado de la Interfederación. Los Triterian poseían excelentes relaciones con las naciones Rebelis y sus temibles guerreros Shinday. Al pertenecer a Sisfrón y ser protectorado de la Interfederación, ni el Imperio ni Sagittanovs podían cometer ninguna agresión sin declararle una guerra abierta a Sillmarem y sus aliados, Sisfrón y la Interfederación. Les ofrecía una ventaja estratégica que Löthar y Elektra se proponían aprovechar.

En ese instante caminaban por su capital, Keram, para contactar con Stephan Seberg. Él era el Premier de los Sistemas Fronterizos también conocidos como Sisfrón, cuyo planeta capital era Zaley—Te. Ocupaba el sillón presidencial, que a su vez compartía el gobierno con un Alto Consejo compuesto por el resto de dirigentes de planetas miembros. Éstos ignoraban el alter ego de Stephan Seberg, conocido entre las naciones Rebelis como Asey <<El valeroso>> y sus secretas actividades. Lo tenían por un hombre demasiado independiente y audaz en sus decisiones, un corazón demasiado salvaje. Sólo el apoyo de los ancianos del Consejo y el pueblo le habían otorgado tal cargo, sin contar con la lealtad ciega de todas las etnias de los bosques y las montañas, los indomables rebelis y sus guerreros Shinday. A su juicio, era demasiado honrado, demasiado peligroso para el gusto de muchos miembros del Alto Consejo, poco manejable e incorruptible. Stephan Seberg había sido antiguo alumno y científico de la academia de Thenak, en el planeta Thenae, bajo la tutela de Anastas Timónides Krátides, su Rector e íntimo amigo de los Sillmarem. Los Rebelis eran una cultura panteísta y amante de la vida libre en contacto con la naturaleza, sin por ello rechazar y utilizar para su provecho los adelantos de la ciencia. Asey era la pieza clave para poder desarrollar la operación con un mínimo de garantías de éxito. Elektra observó cómo muchas zonas de Keram eran controladas y vigiladas por los guerreros Shinday.

—Es curioso, nunca he tratado con un Triterian —murmuró Löthar.

Iban vestidos con ropas de comerciantes para no llamar la atención. Elektra consultó un holoplano táctil. Un par de calles más y estarían en la plaza donde habían concertado un encuentro con Asey.

—Son reconocidos como extraordinarios pilotos y exploradores capaces de guiar las naves más complejas. Sus servicios son muy codiciados y solicitados por gran variedad de civilizaciones —explicó Elektra —. Son tan impredecibles como los Shinday.

—Interesante —murmuró Löthar.

Siempre han sido, por tradición, un pueblo de rastreadores estelares dedicados a la exploración, colonización y explotación de nuevos mundos. Son quienes mejor conocen las fronteras vírgenes. Transmiten sus conocimientos de padres a hijos. Se cree que son depositarios de las mejores cartas estelares que existen, aunque las ocultan celosamente. Conocen rutas, trayectos y bases que oficialmente no existen ni están reflejados en ningún holomapa estándar. Suelen utilizar implantes de memoria, como dispositivos de registro óptico, para almacenar la información adquirida en sus viajes. Cada piloto posee un cuaderno de bitácora implantado en una zona concreta de su córtex cerebral, de tal manera que si fallece sus datos podrán ser sustraídos solo por otro Triterian —explicó Elektra.

—Verdaderamente interesante. Prosigue, por favor —pidió Löthar mientras giraban por una esquina.

Los Triterian, pese a ser una cultura completamente independiente, mantienen excelentes relaciones con las naciones Rebelis y sus guerreros Shinday. Están especialmente cualificados para identificar y sortear los peligros de los océanos cósmicos, así como para registrar qué sistemas planetarios y orbes poseen las suficientes características para ser viablemente terraformados o explotados industrialmente.

—Podrían sernos muy útiles —observó Löthar, haciendo una discreta seña a Ekonyes y a sus escoltas Xiphias, los cuales iban de incógnito a no muchos metros de ellos.

—De eso estoy convencida —dijo Elektra—. Allí —murmuró señalando a una figura que les esperaba apoyada junto a una columna cerca de una fuente.

Löthar y Elektra se aproximaron extremando las precauciones. Curiosamente, aquel hombre parecía estar relajado y muy seguro de sí mismo. Antes de que Löthar pronunciara palabra, una voz profunda les dio la bienvenida.

—Hace un día esplendido ¿no creéis? —dijo el hombre a modo de saludo.

 —Sois… —comenzó a decir Elektra.

El hombre se encogió de hombros y miró sonriente a Löthar cuando se quitó parte de la tela que ocultaba su rostro.

—Lo es. Cuánto tiempo, querido amigo —aclaró Löthar tendiéndole la mano.

—Lástima que no haya sido por motivos más alegres que los que nos ocupan —añadió cambiando bruscamente de expresión Asey.

—Lo lamento de veras —comentó con franqueza Löthar.

—Yo conocí a tu abuelo, un hombre excelente. No debes preocuparte de estas cosas,  al fin y al cabo tú vives en un paradisiaco mundo, y aquí la muerte y las injusticias por parte del Imperio y sus aliados son casi a diario.

La amargura asomó por el rostro de Löthar.

—Aunque admito que de esto nada tenéis culpa tú y tu gente —añadió en tono conciliador Asey.

—Salek me pidió que te dijese que tu hija se encuentra en buenas manos en Thenae, en la Academia, y que en no mucho tiempo será una hermosa mujer —dijo Löthar con amabilidad.

El rostro de Asey por un momento pareció iluminarse. Asintió en silencio y les hizo una señal para que le siguieran.

Media hora más tarde se encontraban en el interior de un destartalado sótano, repleto de cajas plásticas para el transporte de mercancías en cargueros Triterian. Asey desplegó un holoplano del planeta Segatnia proyectado desde un holocubo, mostrándoles un montón de imágenes, planos, datos y grabaciones de sus ciudades, guarniciones, satélites, comunicaciones y lo que era de más importancia para Löthar y Elektra, del complejo que se proponían asaltar y sabotear. Löthar comentó varios detalles de la operación con Asey. Éste le escuchaba con mucha atención proponiéndole algunos cambios en el plan original de Löthar.

—Estoy de acuerdo con vuestro plan, pero la mayor dificultad no será acceder y superar los controles de seguridad y acceso de la base. Será salir de allí con vida. Mis hombres y algunos pilotos Triterian prepararán las naves de salida y guiarán a vuestros Xiphias en la huida.

—Pero introducir las cargas explosivas no será tarea fácil —señaló Elektra —. Necesitaremos una gran cantidad para hacer volar sus laboratorios.

—Os equivocáis, eso ya ha sido previsto por mis hombres —comentó Asey con una autosuficiencia que irritó a Elektra.

—Pero es algo muy elemental, sin las cargas…

Asey la interrumpió impaciente.

—Mi dama ¿para qué echar a perder una operación como esta pretendiendo introducir gran cantidad de explosivos cuando no los necesitamos?

—¿Cómo que no los necesitamos?, no os entiendo.

—Si mis informes no me engañan, esa base contiene no sólo los laboratorios y la tecnología de misiles equipados con esas letales cabezas nanotecnológicas. Su arsenal de armas está también ahí, y siguen siendo misiles con sus respectivas cargas. Mi propuesta es que las hagamos detonar y así asegurarnos de que el complejo y lo que hay en él desaparezca para siempre.

—Morirán la mayoría de sus diez mil hombres —objetó Elektra.

—Mejor ellos que Rebelis —argumentó Asey—. ¡Esta situación la han creado ellos, no nosotros! Pensad que nosotros hemos sido los primeros. Si esas armas llegan a manos del Imperio, los siguientes pueblos libres probarán sus efectos. Creo que ya habéis visto sus resultados. Esos cuerpos y rostros deformados y mutilados eran Rebelis, mi gente, mi pueblo.

Elektra guardó silencio bajo la imperativa mirada de Löthar. Durante otra larga hora ultimaron los detalles de la operación.

—Dentro de tres días standard partiremos hacia Segatnia. Preparad a vuestros hombres.

Con una inclinación de cabeza, Asey se despidió.

Tiempo más tarde, mientras Löthar y Elektra regresaban a su levita—trineo oculto bajo un dispositivo de camuflaje termo—óptico a las afueras de la capital, Elektra no pudo evitar preguntar.

—¿Este hombre sirvió a los Sillmarem alguna vez?

—Lo hizo y lo hace, por eso su hija está bajo la tutela y protección de Salek.

—¿Su mujer aprueba esto?

—Su mujer fue una princesa Rebelis de gran belleza según dicen, asesinada por tropas del Imperio. Desde entonces Asey hace su propia guerra al Imperio.

Dicho esto, Löthar apretó el paso para tomar su transporte, reunirse con sus hombres, ocultos en una nave nodriza en el océano glacial de la parte norte del planeta, y organizar los preparativos finales de la operación.





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