04 abril 2011

SHINDAY CAPÍTULO FINAL Y UNA DESPEDIDA


XII

SHINDAY
“Es curioso cómo cada religión da un significado al sufrimiento humano. Racionalmente hablando, el dolor posee una clara función, el aviso de que algo no va bien. Sobreestimar el dolor nos conduce a un victimismo sin sentido, e ignorarlo, es ignorar una alarma fundamental para nuestra supervivencia. Es en su justa medida donde hallaremos su utilidad para nuestra mente, nuestras emociones y nuestra vida”.
Dhalsem Thagore.
(El hermoso destello de nuestra naturaleza)


-Magnífico Itsake, magnífico. Acaba de una vez querida, tenemos cosas de que hablar mi huésped y yo -murmuró el Conde en su asiento, mirando de soslayo a Stephan Seberg.

Sin detenerse, Itsake subió sobre la espalda de un guerrero Shinday que estaba en el suelo, y con una mano le insertó en plena nuca una de sus garras. El guerrero Shinday se agitó con un último estertor, emergiendo un viscoso charco de sangre a su alrededor. Otro guerrero trató de auxiliarle, pero una poderosa patada de Itsake lo arrastró unos cuantos metros por el aire, golpeándolo contra el frío mármol del suelo. Agitó la cabeza tratando de sobreponerse, se levantó aturdido, y por último, intentó enfrentarse a Itsake, pese a que aún tenía nublada la vista por el impacto. Otro desgarrador rugido estalló en boca de Itsake; el corazón del guerrero Shinday se desbocó; el miedo estuvo a punto de anular sus facultades mentales; sabía que no era rival para aquella endemoniada criatura. Itsake paseó la mirada a su alrededor, cuerpos mudos yacían mutilados con extrañas posiciones; intestinos desparramados entre sus manos. Observó a sus pies lo que quedaba del último Shinday degollado por ella, un residuo de la muerte enmarcado en sus propios restos sangrientos y algo parecido al hastío adquirió forma en su interior. Una luz roja parpadeó en el intercom de Mesala; los querubines del Conde se acercaron por una compuerta ubicada en la parte derecha del salón y comenzaron su festín con deleite. Una punzada de dolor sacudió el pecho de Stephan Seberg. Aquellos habían sido sus amigos desde hacía años. No era forma de morir para nadie.

-Ya es suficiente –dijo el Conde.

Tres Walkirias se dirigieron al centro del salón, se arrodillaron rindiendo obediencia al Señor de Ekaton poniendo un puño en sus pechos, y se llevaron al último guerrero Shinday tras dispararle un dardo-anestesiante escoltadas por más Walkirias hasta salir por la puerta principal del salón.

-¿No es fantástico? –Preguntó el Conde mirando a Stephan-. Ver morir a un Rebelis siempre me pone de buen humor.

Stephan le devolvió la mirada en silencio. Una mirada cargada con todo el odio de su ser.

-Vamos no os pongáis así, sois un caballero, ¿o no lo sois? Tal vez sólo seáis un vulgar ladrón, al fin y al cabo, ayudasteis a Rebecca a robar el libro y llevarlo hasta Sillmarem para así derrotar al Imperator dándole la fórmula a… unos críos.

-Respondiendo a la primera afirmación, puede que sea un ladrón, pero vos sois un asesino.

-Corregirme si me equivoco pero, ¿no eran Shindays los que intentaron matarme en mi jardín? Imagino que esos Rebelis estaban a las órdenes de alguien, de su líder quizás, ¿y no sois vos ese líder? Creo que eso no os deja en buena posición para acusar a nadie –dijo el Conde con contundencia.

-Me da igual la posición en la que me deje. Volvería a dar esa orden mil veces… de eso podéis estar seguro.

-Al menos podéis estar orgulloso, casi lo consiguen –dijo el Conde con ironía.

-Entonces, si estuvieron tan cerca, debí venir yo mismo, porque podéis estar seguro de que no habría fallado –respondió, desafiante.

-Pues yo estoy convencido de que vos tampoco lo habríais conseguido.

-¿Me estáis retando? Porque estaría encantado de demostrároslo.

-No, no me refería a eso. Mi querido Asey, parece mentira que sea yo quien tenga que enseñaros que para acabar con tu enemigo antes debes conocerlo bien, y ni vos ni vuestros Shindays os habéis tomado la molestia de saber cuáles son mis puntos débiles.

-No necesito ninguna lección. Vuestra soberbia es vuestra mayor debilidad –dijo Stephan arrastrando las palabras.

-¿Estáis seguro de que no la necesitáis? Yo pienso que sí. Y si la soberbia es mi debilidad, es evidente que el orgullo es la vuestra. Si no me creéis, prestad atención –dijo el Conde levantándose despacio.

Itsake se acercó y le entregó una holopantalla de seguimiento; el Conde la desplegó delante de Stephan. Éste se quedó observándola, viendo que marcaba el lugar en el que estaban. Con cuidado, el Conde se acercó a Stephan y le abrió la abotonadura de su chaqueta, sacando de un bolsillo interior el colgante con el localizador que le había entregado un soldado imperial disfrazado de Rebelis en Nemus-Iris.

-¿Veis? Yo os he estudiado antes de ir a buscaros. Un pobre hombre moribundo que os menciona a su mujer y a su hija y vuestro corazón se ablanda al recordar a vuestra difunta esposa y vuestra querida hija. Sois demasiado previsible –dijo el Conde balanceando el colgante frente a los ojos de Stephan.

El líder de los Rebelis se revolvió de su asiento al comprender la trampa en la que había caído y lo ruin que había sido el Conde al utilizar el recuerdo de su familia para atraparle.

-Maldito bastardo –gritó Stephan, asqueado-. Os da igual la vida de los demás con tal de conseguir vuestros objetivos.

-¿Os referís a ese pobre soldado? Aunque no lo creáis, se ofreció voluntario. No deberíais subestimar la lealtad en el Imperio porque está fuertemente arraigada. Además, aquel hombre tuvo su recompensa –explicó el Conde.

-¿Que lo matéis es una recompensa? –preguntó Stephan irónicamente.

-No, eso fue un mal necesario. Su recompensa, aparte de asegurar la tranquilidad económica de toda su familia de por vida, ha sido conseguir atrapar al Gran Munjat Rebelis, motivo por el cual recibirá las mayores condecoraciones.

-¿Y tanto esfuerzo sólo para atraparme?

-Sí, así es. Sed consciente de que el odio que sentís hacia el Imperio es recíproco. Para él fue toda una satisfacción. Ha conseguido que atrapemos a uno de los mayores fugitivos que existen, vos –dijo el Conde, complacido.

-¿Un fugitivo, yo? A ojos del Imperio puede, pero al menos no soy un genocida como vos -contestó desafiante, Stephan.

-Vos también matáis padres, hermanos e hijos.

-Bajas de guerra.

-Llamadlo como queráis, pero siguen siendo vidas. No caigáis en la fácil solución de culparme de todo. Pensaba que vuestros razonamientos serían más interesantes –dijo el Conde con condescendencia.

-Mis razonamientos se ciñen a los hechos.

-¿De veras? ¿Me acusáis de ser un genocida por hacer lo que es necesario? Yo sólo me limito a actuar sin dejar que absurdas moralidades me impidan ver la realidad tal como es, y creo que, en eso, somos semejantes. Los dos sabemos lo que es luchar. Los dos hemos intentado acabar con el otro, con la salvedad de que yo no he errado. Así que vos también podríais ser considerado un genocida, ¿no es cierto?

-No me importaría si consiguiese daros muerte.

-A eso me refiero. De todos los incompetentes que rigen las civilizaciones de nuestro universo, vos habéis sido el único con agallas suficientes como para atreveros a hacer lo que hacía falta para conseguir vuestros objetivos, y eso es digno de admiración. De todos mis rivales, sois el único al que respeto.

-¿Eso es un cumplido?

-Por supuesto que lo es, aunque no lo creáis, sé reconocer cuando alguien es hábil en la lucha, y vos lo sois. Comprenderéis que, por esa misma razón, no puedo dejaros con vida, representáis un peligro para mis intereses.

-Tenéis razón, no podéis dejarme vivo porque podéis estar seguro de que yo no os dejaría vivir si pudiera.

-Sabía que lo entenderíais, mi querido Asey. Sea pues, entonces moriréis -dijo el Conde, al que no le cabía la menor duda de que Stephan estaba dispuesto a morir.

-Si ese es mi destino, así sea -dijo Stephan con calma.

-De todas maneras, vuestra muerte os ahorrará el sufrimiento de ver lo que voy a hacer, porque debéis tener muy presente, querido Asey, que esto no acabará aquí. Es el principio, y jamás, nadie, podrá detenerlo -sentenció el Conde dejando que Mesala le colocase un cigarro en su alargada boquilla de plata.

-Mi muerte da igual, porque siempre habrá más hombres que os plantarán cara, dispuestos a luchar contra vos aquí, ahora y el resto de la eternidad.

-Aún no lo entendéis, ¿verdad? He tenido que esperar diez años en la sombra, ¡diez años! para recuperar lo que es mío por derecho de creación. No habrá lugar, ni momento, ni ley, ni hombre alguno que os pueda asegurar que algún día no obtendré lo que me pertenece por derecho propio.

-¿Eso incluye también a los Homofel? -preguntó Stephan-. Si es así, nuestra Ola-Tahey continuará hasta que vuestras manos estén cercenadas. Es el pueblo Rebelis quien os lo dice, tendréis que pagar por todos vuestros crímenes, ¡maldito bastardo!

El Conde se envaró por un momento, pero se relajó muy seguro de su victoria final frente a aquel hombre. No había nada que le satisficiese más que quebrantar un espíritu libre y valeroso como aquél. El rostro de Stephan Seberg estaba rojo de cólera. Itsake, a sus espaldas, se adelantó.

-Tranquila, Itsake. No pasa nada –dijo el Conde-. Veréis el poder, pero nunca más volveréis a usarlo. Seréis pasto de los psicófagos.

-¿Eso es todo lo que se os ocurre? Esperaba algo más –dijo Stephan provocando al Conde.

-¿Acaso pensáis que no es suficiente? Yo creo que sí. Los psicófagos se nutren del dolor ajeno, y podéis estar seguro de que les proporcionareis alimento de sobra.

-¿Y qué os hace pensar que no puedo evitar el dolor, Conde?

-El hecho de que si hay algo en lo que pueda considerarme un maestro, es en provocar el sufrimiento, querido Asey. No hay como conocer los miedos humanos para saber infundirlos –respondió el Conde con satisfacción.

-¿Los miedos humanos? Habláis como si ya fueseis inmortal, ¿acaso habéis ingerido el elixir? Creedme que nada me haría más feliz que saber qué vais a comenzar a sufrir sus efectos. Por cierto, ¿qué se siente?

El Conde le siguió el juego.

-Ni la mitad de bien de lo que me sentiré cuando os apartéis de mi camino para siempre.

-Me alegra saber que nunca más volveréis a ser humano.

Aquello inquietó al Conde. Se preguntó si su preciado elixir poseía algún tipo de efecto secundario desconocido para él y sus especialistas. Tendría que sopesar tal posibilidad, inquietante posibilidad.

-¿En verdad creéis que vuestros súbditos no os temerán y os aceptarán sin más?

-Y vos, ¿creéis que seríais aceptado de nuevo por vuestros Shindays si os dejase vivir después de convertiros en un despojo humano? -preguntó el Conde en tono amenazador.

-¿Pensáis usarme como moneda de cambio? Si para proteger a mi pueblo he de forzar mi desaparición, lo haré.

-Habéis perdido para siempre vuestra libertad, ese es el precio que habréis de pagar para salvar a los vuestros. Habéis quebrantado vuestros principios intentando matarme, ¿ha merecido la pena?

-Salvar la vida de los inocentes siempre merece la pena, aunque ello me condene al peor de los infiernos –dijo Stephan-. Aquellos que suben cada vez más los peldaños de las máximas cúpulas y estamentos de poder, suelen ver más y mejor el universo en su extensión, simplificándolo todo en grandes listas de datos y estadísticas. El poder absoluto termina por cegar al que lo posee.

-¿Creéis que vuestra causa es tan diferente de la mía? -dijo el Conde-. Puedo ofreceros mil argumentos para condenar a la raza humana a su desaparición, ¡sólo buscan su autodestrucción!

-Yo puedo ofreceros mil argumentos para su salvación. El dolor incontrolado distorsiona nuestra percepción de la realidad.

-Entonces ¿cuál es la diferencia?

-El concederles el beneficio de la duda, sólo por ello merece la pena tal sacrificio.

-Jamás lo valorarán, no seáis iluso. Nunca lo hacen.

-No espero que lo hagan.

-Si vos tuvieseis el elixir, y los demás conocieran de sus propiedades y existencia, os lo arrebatarían a cualquier precio.

–Es posible, al igual que vos. Ser tentado es humano.

-Es cierto, pero yo soy su creador.

-Ello no os da el derecho a decidir sobre el destino de millones de seres humanos, no os da el derecho a ser Dios.

-Creo que eso ya lo he oído antes. Me parece que fueron las palabras que me dijo Valdyn Sillmarem hace unos días –dijo el Conde sin quitar ojo de Stephan. Éste se quedó paralizado; el Conde sonrió, satisfecho.

-¿No lo sabíais, verdad? No tenéis toda la información ni conocéis lo que ha pasado en Sillmarem –dijo el Conde muy despacio, disfrutando de la duda que recorría el rostro de Stephan. Aun así, el líder Rebelis intentó no dejarse llevar por la cólera y resignarse a escuchar tan dolorosa información de la boca de su enemigo.

-Sé que os habéis aliado con los Koperian, que habéis atacado Sillmarem, que habéis recuperado el Libro Oscuro y que seguramente ya hayáis ingerido el elixir de Vitava. No me hace falta saber nada más para pensar que debéis morir como sea –dijo Stephan con entereza.

-Esa información no es incorrecta, aunque sí muy insuficiente. En primer lugar debéis saber que mi amado primo y la regente del Imperio han fallecido trágicamente. Os halláis ante el próximo Imperator.

-Nunca seréis Imperator, aunque hayáis atacado Sillmarem, la Interfederación luchará y…

-La Interfederación no hará nada -interrumpió el Conde con satisfacción-. Y más cuando su presidente ha aprobado y felicitado mi nombramiento.

-Valdyn nunca lo haría.

-¿De verdad lo creéis así? Comprended que después de perder a su esposa… –dijo el Conde parándose por unos segundos-. Por cierto, mi pésame por la muerte de vuestra querida Sarah.

Stephan se quedó paralizado; un rayo de dolor le atravesó el pecho al pensar que Sarah había muerto, sin saber que el Conde únicamente buscaba acrecentar su dolor para que el psicófago le provocara más daño al torturarle.

-Veo que eso tampoco lo sabíais.

-Hijo de perra –gritó Stephan fuera de sí-. Soltadme y arreglemos esto de hombre a hombre. No tenéis agallas para enfrentaros a mí, ¡sois un cobarde!

Itsake se acercó y le cruzó la cara de un bofetón, sacando ligeramente sus garras y haciéndole cuatro heridas en la cara que formaron cuatro líneas escarlata en el rostro de Stephan.

-Gracias, Itsake –dijo el Conde mientras dejaba caer la ceniza de su cigarro.

-Es un placer, Sire –dijo la Homofel mirando con desprecio a Stephan.

-Por favor, querido Asey. No os alteréis demasiado porque todavía no os he contado lo mejor de todo.

Las pupilas de Stephan estaban llenas de ira.

-Como os iba diciendo, después de perder a su esposa, el Señor de Sillmarem no podía permitirse perder a su hijo, ¿no os parece? Por eso ha legitimado mi nombramiento, porque no le entregaré a su vástago hasta que me nombren Imperator.

Una indescriptible angustia creció en el interior de Stephan al pensar que su nieto, el nieto que aún no conocía, estaba en manos del Conde. Éste, sabedor de que el dolor que le había provocado con sus mentiras estaba enraizando en el ánimo de Stephan, dio la orden de traer al psicófago.

-Ah, un pequeño detalle más, insignificante detalle diría yo -dijo el Conde mientras se levantaba.

Stephan le miró con la mirada vacía, incrédulo de que pudiese hacerle más daño todavía. Qué equivocado estaba.

-Mientras el psicófago se encarga de vos, voy a dejaros aquí las últimas obras de arte que he adquirido para que os deleiten durante vuestra estancia.

A continuación, un grupo de Walkirias entró en la sala, depositando alrededor de Stephan los sarcófagos que contenían a Onistaye y Atsany. Éste tuvo que hacer un colosal esfuerzo por evitar derramar lágrimas al ver a sus amigos convertidos en estatuas, viendo, al mirarles a los ojos, que eran conscientes de la situación. El Conde, notando que Stephan se había derrumbado, se acercó a su oído y le susurró:

-Creo que vuestro nieto será un tierno bocado para mis panteras. Lamento que no vayáis a estar vivo para verlo –dijo dándose la vuelta y saliendo del salón mientras el psicófago se acercaba a Stephan.

Súbitamente, las facciones de Stephan cambiaron, comprendiendo que el Conde había conseguido mucho más de lo que él esperaba, y mientras empezaba a sentir el terror, una embozada figura se le acercó. A una seña suya, la silla de Stephan se inclinó, situándose aquel ser a su espalda. Stephan sintió cómo una mano se posaba sobre su cara.

-Tu dolor es mi alimento –dijo el psicófago.

Una cascada de dolor recorrió su espina dorsal. Cuanto más intenso era el dolor de Stephan, mayor era el placer del psicófago. El líder Rebelis jamás pensó que tal sufrimiento fuera posible. Quería morir y no podía, quería huir, moverse y luchar y no podía. Entonces comprendió el significado de las palabras del Conde. Le torturarían hasta el límite de su humanidad, para dejarle morir cuando ya no pudiese recibir el calificativo de hombre. Un angustioso grito se esforzó por pasar las barreras de su mente, quedando diluidas en las corrientes alimenticias del psicófago.

Este ha sido el último capítulo de Shinday,  podéis leer muchas más historias sobre este maravilloso mundo en el blog del autor Sillmarem.  Espero de corazón que os hayáis disfrutado. A todos los que seguiáis la historia os tengo, otra vez, que pedir disculpas porque el capítulo debía publicarse la semana pasada y no fue así.


Y para todos aquellos, en general, que seguís el blog, debo deciros que ya no habrá más publicaciones en varios meses. Como ya os informé estoy embarazada y tristemente os informo que tengo un alto riesgo de perder al bebé (de ahí los retrasos en la publicación de estos maravillosos capítulos), por lo que mi estado de ánimo es bastante malo. Si seguiré o no en un futuro con el blog, no lo sé. Desde luego si al final lo cierro os avisaré primero. Siento de corazón dejar el blog así y no llegar a celebrar el primer año del mismo. Desde que abrí el blog he conocido a gente super maja y espero en un futuro seguir manteniendo contacto con ellos. Y a las personas que me habéis enviado algún mensaje preguntando que tal estaba, os lo agradezco mucho, mucho, mucho. Sois adorables, en especial a Laura y Lana, algún día tengo que ir a Sevilla o a Canarias a conoceros. También un agradecimiento especial a Gabriel por haber confiado en el blog para su colaboración, no se me olvida que hay un café pendiente ya que tengo muchas ganas de conocerle.

Y sin más me despido, espero que os vaya todo muy bien y que me deseéis mucha suerte. Un beso a todos.





Subscribe to Our Blog Updates!




Share this article!

7 comentarios:

  1. Espero que todo salga bien al final, mucho animo.

    bss

    ResponderEliminar
  2. Un abrazo, muy cariñoso. Estoy convencido que mucha gente te desea al igual que yo lo mejor. Cuidate mucho.

    Gabriel.

    ResponderEliminar
  3. Hola Sandra

    Te deseo de corazón que todo vaya muy bien. Mucho ánimo y cuídate, a ti y a tu bebé. Ya verás como todo sale bien.

    Besos!

    ResponderEliminar
  4. Toda la suerte del mundo, mi Sandra...

    Sobre todo tu y tu bebe lo primero... cuídate muchísimo y disfruta estos momentos...

    bessos:D

    ResponderEliminar
  5. Jooo, Sandra....De verdad, no lo creerás, pensarás que lo digo por cumplir y demás, pero me da una pena grandísima el pensar en la posibilidad de que cerrases el blog de forma definitiva. Ojalá todo salga bien, te lo deseo de todo corazón, y espero, de verdad, que no tengamos que despedirnos de ti, me niego a un "hasta nunca" de La Tentación de Leer, nonono. Descansa y preocúpate de lo importante, espero que en un tiempo aparezcas diciéndonos que salió todo bien y que estás de vuelta con las pilas puestas, aunque no sea como antes, aunque actualices una vez al mes porque estés liadísima...

    En fin, que no quiero que cierres, aunque sé que tienes que hacerlo, por lo menos temporalmente. Parece imposible que uno le coja a alguien tanto cariño con solo intercambiar mensajes a través de internet, pero es así. En fin, un abrazo y aquí me tienes para lo que necesites. Mucha suerte.

    ResponderEliminar
  6. Hola preciosa, cuánto tiempo sin pasarme y ahora veo esto. Uff. Espero de corazón que todo salga a pedir de boca. Que disfrutes cada momento, relajadamente. No hagas muchos esfuerzos, cuidáte y que te cuiden mucho. Desde aquí te mando toooodo mi apoyo y cariño. Ha sido un placer conocerte, que hayas sido la primera bloguera en leerme. Y por supuesto espero volver a oír de ti, y saber que tanto mamá como bebé están de lujo ; )
    Un fuertisimo abrazo ^^

    ResponderEliminar
  7. Besitos mi reina y ya veras como todo ira bien .UN ABRAZO SANDRA

    ResponderEliminar

Tus comentarios también cuentan.

Return to top of page
Powered By Blogger | Design by Genesis Awesome | Blogger Template by Lord HTML