07 marzo 2011

SHINDAY CAPÍTULO


 IX
SIN CONTRATIEMPOS

“Es la incertidumbre de la espera, el no saber a qué atenerse, lo que da forma a nuestros miedos más profundos. Antes de empezar una importante empresa, la experiencia es quien marca la diferencia en estas ocasiones de crisis, para lograr superarlas y sobrevivir”.
Stephan Seberg.
(El peligro de la precipitación)

 
La llegada al planeta Andriapolis-Alpha en un halcón-solar se había producido sin ningún tipo de contratiempo, algo muy apreciado por Stephan Seberg en aquellas circunstancias. Atravesaban territorio Hiberion, un territorio repleto de volcanes apagados y la omnipresente ceniza gris que cubría cada hueco de un accidentado relieve, salpicado de grandes zanjas, vertiginosos precipicios e inclinados caminos. Era una tierra dura que forjaba a gente dura. Stephan albergaba la esperanza de lograr una alianza con ellos. A su lado, Mutan-Tay estudiaba con atención el holoplano de ruta.

-No estamos lejos del final de nuestro viaje –dijo, acariciándose la barbilla, Mutan-Tay.

-¿Alguna noticia del comando de Thanos?

El tono con el que fue pronunciada esta pregunta por Stephan fue frío y pausado, pero en el fondo, Mutan-Tay conocía la profunda angustia en la que se veía sumida su ánimo.

-Nada se sabe de ellos, salvo que aún siguen transmitiendo, por lo que podemos deducir que todavía están vivos.

-Pueden estar vivos pero, ¿por qué no envían ninguna información? Si hubiesen caído prisioneros del Conde, éste no tardaría en eliminarlos –dijo Stephan con pesadumbre.- Que sigan transmitiendo puede interpretarse como buena noticia, quizás están dentro y todavía no han podido localizarle. Tal vez el Conde no está en Thanos. De todos modos, te sugiero que recopiles la información de los rastreadores e intentes analizarla para ver si podemos averiguar dónde están.

Mientras caminaban, Stephan buscaba con la mirada cualquier indicio de amenaza o detalle inusual que les indicase algún peligro. Tantos años llevando una vida guerrera contra el Imperio le hacían obrar así de manera instintiva.

-No será una tarea fácil, pero veré qué puedo hacer -dijo Mutan-Tay.

-Escúchame Mutan-Tay, es fundamental para nosotros, para nuestro futuro, lograr una alianza con estas gentes -dijo Stephan mientras caminaba sorteando los innumerables desniveles del terreno.

-Estas gentes son sólo cazadores, comerciantes, no están habituados a la guerra.

-De eso no puedes estar seguro. De cualquier forma, pueden ayudarnos de otras maneras, como filtrándonos información o proveyéndonos de mercancías –reflexionó, en voz alta, Stephan.

-Suelen ser muy esquivos con los líderes de otros pueblos.

-Me presentaré a ellos como Munjat de las tribus Rebelis, como guerrero Shinday.

-Pero tú también eres un político. Eres el Premier de los Sistemas Fronterizos. Te sugiero cautela, Asey -aconsejó Mutan-Tay muy sorprendido.

-No exactamente, me sirvo de la política para cubrir las necesidades de mi pueblo, que es diferente -dijo Stephan con un tono de voz que no admitía la más mínima duda.

-¿No lo hacen todos los políticos, en cierto sentido?

-No, todos no, sólo los honrados, y no siempre. Yo busco el bien común y no el propio, aunque a muchos dentro de los Sistemas Fronterizos pueda parecerles una falsedad o incluso pura presunción -murmuró Stephan.

-Palabras y puro subterfugio, diría más de uno -dijo Mutan-Tay con cierto descaro.

-Mis palabras están avaladas con mis acciones, de sobra lo sabes –dijo Stephan escrutando los alrededores con cautela. Sorprendentemente no parecía ofendido en absoluto por la desconfianza de Mutan-Tay, es más, parecía comprenderlo-. Yo busco hechos.

-¿Hechos? -preguntó Mutan-Tay mientras, con una seña, situaba a sus escoltas en lugares claves del camino.

-No subestimes al pueblo, querido amigo, el pueblo sabe reconocer cuándo un líder se preocupa por sus necesidades y vela por su seguridad y cuándo no -explicó Stephan, ofreciéndole un trago de agua de su cantimplora.

-Pero…

Mutan-Tay aceptó gustoso, comprobando cómo las últimas luces de un caluroso día enrojecían el crepúsculo, para dar paso al comienzo de una nueva noche en aquella parte del planeta.

-Que el pueblo no siempre tenga palabra, no quiere decir que carezca, ni mucho menos, del don de la razón. Nuestra gente sabe muy bien lo que es la lucha del día a día.

-En la Interfederación o en el Imperio te tacharían de idealista. Eres un idealista para mucha gente, y para un político no hay peor enemigo que alguien como tú -dijo Mutan-Tay sorprendiendo, de nuevo, a Stephan.

-Las ideas no son responsables del uso, ya sea bueno o no, que hagan de ellas los hombres. Mis ideales están al servicio de mi gente, de mi pueblo. De sobra sabes que si he de renunciar a lo que me es más querido para salvaguardar la seguridad de nuestras gentes, lo haré, no soy un sentimental –dijo, comenzando a irritarse, Stephan.

-Sigues siendo un idealista.

-Puede, pero si he de sacrificar mis ideales para el bienestar, la paz y justicia de mi pueblo, lo haré.

-Hummm, ¿por qué? -preguntó Mutan-Tay dando un salto para sortear una zanja más ancha de lo esperado.

-Porque es necesario, es lo justo, es lo honesto, y es la esencia de la lealtad. Mi lealtad, tanto para conmigo como para con los míos, a lo que he consagrado mi vida desde la muerte de mi esposa, Elke -dijo Stephan sin parar la marcha.

-Eres un líder que puede levantar una lealtad fanática en los clanes Rebelis. Muchos jefes tribales de los Sistemas Fronterizos temen que pueda producirse esta eventualidad.

-Lo sé, pero nuestro pueblo también sabe autogobernarse, tiene fe en mi persona, pero no ciega, puesto que ello conllevaría una amenaza grave para su autodeterminación y supervivencia. Si quieren relevarme de mis obligaciones, aceptaré con sumo gusto.

-Pero también eres un político, un banquero del poder –razonó Mutan-Tay, perplejo.

-Pasajero, sólo pasajero.

-Pero, ¿no lo son todos?

-Mutan-Tay, tan solo para cubrir necesidades, las necesidades de nuestro pueblo, no lo olvides. Si fuera por mí, dimitiría -dijo Stephan-. Piensa que nos condicionan para temer a la autoridad, y digo temer y no respetar, lo que inicia una carrera de odio y opresión que termina por estallar.

-Hasta que los hombres no eviten el uso de la fuerza para solucionar sus problemas, su vida seguirá siendo una constante batalla sin fin.

-¿Nuestros transportes? –preguntó, desviando bruscamente la conversación, Stephan.

-Están custodiados por algunos Shindays en lugar seguro. Si hay complicaciones nos recogerán con rapidez. Nuestras moto-jets son prototipos más resistentes que los utilizados en este planeta, funcionarán en caso de necesidad.

-Bien, bien -dijo Stephan observando la distribuida marcha de sus hombres.

Un rasgo muy típico de los Rebelis era su extraordinaria capacidad para andar largas jornadas. Eran gente con músculos resistentes, habituados a los ejercicios más duros. Su mente comenzó a adentrarse por nuevos senderos de pensamiento. Una parte en él, su parte científica, muy arraigada desde su preparación en Thenae, no dejaba de analizar la tremenda cantidad de variantes que podía ofrecer el uso y recombinación del elixir de Vitava si se utilizaban nuevos elementos con propiedades regenerativas más eficaces o si se usaba la recombinación génica de quienes lo habían ingerido para crear nuevos y más espeluznantes poderes. Los resultados podrían ser sorprendentes. Sabía que si algo había aprendido de la naturaleza, era su asombrosa capacidad para superar los límites, sobre todo, los impuestos por el hombre.

Pretender tener controlada no sólo la ingesta del elixir por parte de otras personas ajenas a los Sillmarem, sino la propagación de su material genético, se le hacía a cada momento más y más inverosímil por una razón muy sencilla, el tiempo. Si el elixir otorgaba esa especie de inmortalidad, aquellos que lo hubiesen ingerido, tendrían toda la eternidad para propiciar el error de propagar su material genético con las propiedades otorgadas por el mismo, entre ellas, sus poderes. Además, sus hijos y los hijos de sus hijos, iban a dar lugar a la aparición de una nueva raza de seres cada vez más deshumanizados o, como mínimo, cada vez más diferentes de los humanos, ya que el elixir no producía saltos cuantitativos en la evolución, sino cualitativos. Se sabía la causa y el efecto de sus poderes, pero no el proceso, los pasos intermedios, ni el porqué. Una fórmula magistral creada por el hombre, en este caso el Conde Alexander Von Hassler, un auténtico genio, podía amplificar, de alguna manera, las capacidades de los seres humanos. Conocía ejemplos en la naturaleza, seres que producían sustancias venenosas, neurotoxinas, descargas eléctricas, bioluminiscencia, magnetismo o vibraciones sonoras agudas, entre otras muchas cosas.

Stephan sentía una profunda fascinación por averiguar el origen del funcionamiento del elixir en el cuerpo humano y cómo era capaz de lograr tal hazaña. Como científico necesitaba respuestas, ya que durante siglos el hombre había sido capaz de clonar, regenerar, crear órganos y miembros, ampliando cada vez más los límites de la vida, pero esto era algo que superaba cualquier expectativa. Stephan se debatía en su interior entre el hombre de ciencia que necesitaba saber y el hombre de naturaleza que quería…

Se detuvo en seco, preocupando a Mutan-Tay que a punto estuvo de tropezar con él. Si para parar la evolución de una nueva raza de seres que pueden convertirse en una amenaza para sí mismos y para el resto de especies, debo eliminar a quienes amo, lo haré, precisamente por eso, porque los amo, pensó con súbita inspiración.

Mutan-Tay le palmeó con cuidado en el brazo. Una breve señal luminosa al final de un barranco fue respondida por uno de sus guerreros. Los hombres de Sunas, el jefe Hiberion, los habían localizado.

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Espero que estéis disfrutando de esta historia, ya que tan solo faltan tres capítulos para que termine, de todas formas ya sabéis que pasando por el blog del autor podréis leer muchas más. También aprovecho para daros las gracias a todos los que habéis pasado por aquí para felicitarme, sois estupendas/os.
 
Un besote.
 
 



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